sábado, 4 de febrero de 2012

El niño de la canica



Es común encontrar historias de fantasmas en aquellos lugares donde mucha gente ha muerto, como es el caso de los hospitales, y la siguiente historia viene de uno de ellos, específicamente del hospital que antes era conocido como la Policlínica del ISSEMYM, ubicado en el centro de la ciudad de Toluca, enfrente del parque de la Alameda.


Se cuenta que hace tiempo hubo un niño (como muchos otros) internado ahí, era el mes de enero, y esperaba una importante operación que habría de aliviar sus problemas de salud.


Exactamente el día de Reyes el niño debía entrar en quirófano para someterse a la operación, pero ilusionado con sus regalos de día de Reyes su madre sólo pudo ingresar al hospital una bolsa de canicas, que le dió esperando compensarlo un poco por la falta de juguetes nuevos, pero desgraciadamente el niñito ya no sobrevivió a la operación.


El tiempo pasó y el caso del pequeño paciente pronto se olvidó, como sucede con muchos otros que pasan por el hospital, pero varios trabajadores del lugar notaron que a veces una pequeña canica pasa junto a ellos sin que se vea a nadie jugar con ella. Se han dado casos en que las personas que se topan con la canica la guardan o la colocan en algún lugar específico, sólo para comprobar, un rato después, que la canica ha desaparecido.

viernes, 3 de febrero de 2012

La ejecución de Ana Bolena





Entre las consortes reales de Inglaterra hay una que destaca por su valor, así como por lo trágico de su destino: Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. Casada con Enrique VIII, rey de Inglaterra -tras un breve matrimonio no consumado con el hermano mayor de dicho rey-, Catalina de Aragón, fue padeció una de las grandes desgracias de las testas coronadas, la incapacidad para dar un heredero varón al rey.


En 1533, después de veinticuatro años de matrimonio, el rey anuló su unión con la hija de España para poder casarse con su amante, Ana Bolena, una joven sin demasiada alcurnia, pero vivaz, inteligente y a la vez fogosa y temperamental.


Desgraciadamente para Ana la tragedia se repitió, incapaz de proveer un vástago varón, y carente de las conexiones que pudieran darle una digna salida del matrimonio, Ana Bolena fue ajusticiada bajo los (falsos) cargos de adulterio y traición al rey, siendo incluso acusada de cometer incesto con su hermano, así como de embrujar y hechizar al rey para lograr casarse con él.


Así, después de tres años y medio de matrimonio la desdichada fue ejecutada en la Torre de Londres, siendo degollada por el entonces famoso verdugo de Calais el 19 de mayo de 1536.


Pero la parte sobrenatural no estuvo exenta de tan dramática historia, y es que las tradiciones inglesas dicen que en la víspera de la ejecución de la reina Ana las velas de la tumba donde reposa la reina Catalina se encendieron solas durante las maitines, y a su vez volvieron a apagarse por sí solas a la hora del Deo Gratias.


Del mismo modo, recordando las acusaciones de brujería sobre Ana Bolena, hubo gente que dijo ver liebres en el instante de la ejecución, ya que la liebre era uno de los símbolos de las brujas en la campiña inglesa. Y así años después los aldeanos seguirían afirmando que en el aniversario de la ejecución de la reina Ana se veía a las liebres correr.

jueves, 2 de febrero de 2012

La Tumba del Coronel



Hay en el Panteón General de Toluca, también conocido como Panteón de la Soledad, una elegante e imponente tumba que data del año 1880, dicha tumba, ahora abandonada, permanece como testimonio de una historia que levantó el miedo en más de una persona, ya que debe su singularidad, su enorme altura, a un hecho escalofriante, ocurrido en un México azotado por las guerras, así como también temeroso de la muerte y lo que hay más allá.
Se dice que la tumba -ahora sin nombre- perteneció a un coronel, fuera cual fuese su grado en realidad, así se le llamaba cuando en vida transitaba por la ciudad de Toluca. Era un hombre refinado e inteligente, distinguido por su valor en batalla, pero cruel en su trato hacia toda la gente, hermético y aislado, que si bien poseía una gran fortuna, carecía totalmente de amor y de simpatía para con los demás.
Cuando murió el coronel fue sepultado en el Panteón de la Soledad, nadie lo lloró, a pesar de su categoría y de sus méritos como guerrero nadie lamentó su pérdida. Pero grande fue la sorpresa cuando al día siguiente de su entierro, algún vigilante del cementerio encontró la mano del difunto fuera de la tierra, como si hubiese estado tratando de salir.
Entre temerosos y escépticos los enterradores acomodaron el cuerpo otra vez, aunque pronto las lenguas aseguraron que era la maldad del coronel, y el peso de sus pecados lo que le habría impedido alcanzar el descanso eterno. Día a día los cuidadores del panteón encontraban la mano del fallecido coronel saliendo de la tierra, lo que comenzó a aterrar incluso a los incrédulos.
Hubo rezos, misas y bendiciones, y para completar el proceso se construyó un alto monumento sobre el cadáver, de modo que le resultara imposible seguir sacando la mano.
Nadie sabe si fueron las plegarias o la solidez de la tumba, ya nadie pudo ver la cadavérica mano otra vez, y el tiempo pasó y la historia se fundió con la leyenda, y aunque ahora nadie sabe si eso es cierto, o si el coronel alguna vez existió, aún es posible ver el monumento, a un par de "cuadras" de la "calle principal" del Panteón de la Soledad.

miércoles, 1 de febrero de 2012

La Llorona





Cada pueblo está lleno de historias clásicas, y México no es la excepción, para inaugurar este blog vamos a contar una de las más recordadas y populares historias del imaginario mexicano: La Llorona, la mujer que por amor y despecho asesinó a sus propios hijos.


En cada región del país la historia cambia de acuerdo a las circunstancias, pero una de las versiones más reconocidas es aquella que sitúa a la desgraciada mujer en la -en ese entonces- colonial Ciudad de México.

Esta joven era una mujer de gran belleza, hija de un español y de una indígena, lo cual le daba cierta comodidad económica, pero no por así reconocimiento social (como tantos otros mestizos de su tiempo).

Un buen día conoció al peninsular Nuño de Montesclaro y, completamente enamorada, se fue a vivir con él, con la promesa de que más tarde se casarían. El tiempo pasó y los hijos llegaron, tres varones dice la leyenda, pero en vez del proyectado matrimonio poco su amor se fue alejando, hasta que llegó el momento en que no volvió a visitarla.

Una noche ella se acercó a la residencia de don Nuño, y se topó con la noticia de su compromiso matrimonial con una joven peninsular. Intentó verlo y después de forcejeos y gritos consiguió entrevistarse con él, pero la verdad fue cruelmente expuesta: él no podía casarse con ella, le daría algo de oro si así lo quería ella, pero no volvería a verlo, así como jamás podría reconocer a los hijos nacidos de su relación.

Ella rechazó el dinero y fue arrojada a la calle, caminó llorando y gritando loca de celos, de desesperación y dolor. Al llegar a su casa y ver a sus pequeños dormidos la asaltó de nuevo el recuerdo de la traición y tomando un cuchillo los asesinó. Tras el horrible crimen la mujer reaccionó, y dándose cuenta de su terrible acción salió gritando a la calle, llorando y gritando por sus pequeños hijos.

La gente sorprendida entró a la casa de la mujer y descubrió el horrible crimen, apresó a la mujer y la llevó ante el Santo Oficio, quien la juzgó como hereje y la condenó a morir ahorcada.
Dice la leyenda que Dios condenó a la pobre mujer a vagar eternamente, que no descansará hasta encontrar a sus hijos, y que llorando su pena y llamándolos: "¡Ay mis hijos!", la Llorona sigue causando temor. Y la gente abraza a sus pequeños y los persigna y les pone cruces para que ese fantasma de blancas ropas no se los lleve; mientras que los hombres procuran alejarse de los oscuras calles y los solitarios caminos, para no toparse con ese espíritu que puede matarlos de terror, ya que siente un infernal rencor hacia todo hombre por aquel que la traicionó.