miércoles, 1 de febrero de 2012

La Llorona





Cada pueblo está lleno de historias clásicas, y México no es la excepción, para inaugurar este blog vamos a contar una de las más recordadas y populares historias del imaginario mexicano: La Llorona, la mujer que por amor y despecho asesinó a sus propios hijos.


En cada región del país la historia cambia de acuerdo a las circunstancias, pero una de las versiones más reconocidas es aquella que sitúa a la desgraciada mujer en la -en ese entonces- colonial Ciudad de México.

Esta joven era una mujer de gran belleza, hija de un español y de una indígena, lo cual le daba cierta comodidad económica, pero no por así reconocimiento social (como tantos otros mestizos de su tiempo).

Un buen día conoció al peninsular Nuño de Montesclaro y, completamente enamorada, se fue a vivir con él, con la promesa de que más tarde se casarían. El tiempo pasó y los hijos llegaron, tres varones dice la leyenda, pero en vez del proyectado matrimonio poco su amor se fue alejando, hasta que llegó el momento en que no volvió a visitarla.

Una noche ella se acercó a la residencia de don Nuño, y se topó con la noticia de su compromiso matrimonial con una joven peninsular. Intentó verlo y después de forcejeos y gritos consiguió entrevistarse con él, pero la verdad fue cruelmente expuesta: él no podía casarse con ella, le daría algo de oro si así lo quería ella, pero no volvería a verlo, así como jamás podría reconocer a los hijos nacidos de su relación.

Ella rechazó el dinero y fue arrojada a la calle, caminó llorando y gritando loca de celos, de desesperación y dolor. Al llegar a su casa y ver a sus pequeños dormidos la asaltó de nuevo el recuerdo de la traición y tomando un cuchillo los asesinó. Tras el horrible crimen la mujer reaccionó, y dándose cuenta de su terrible acción salió gritando a la calle, llorando y gritando por sus pequeños hijos.

La gente sorprendida entró a la casa de la mujer y descubrió el horrible crimen, apresó a la mujer y la llevó ante el Santo Oficio, quien la juzgó como hereje y la condenó a morir ahorcada.
Dice la leyenda que Dios condenó a la pobre mujer a vagar eternamente, que no descansará hasta encontrar a sus hijos, y que llorando su pena y llamándolos: "¡Ay mis hijos!", la Llorona sigue causando temor. Y la gente abraza a sus pequeños y los persigna y les pone cruces para que ese fantasma de blancas ropas no se los lleve; mientras que los hombres procuran alejarse de los oscuras calles y los solitarios caminos, para no toparse con ese espíritu que puede matarlos de terror, ya que siente un infernal rencor hacia todo hombre por aquel que la traicionó.

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